"Brigitte Bardot", de Antonio Saura (1959)
(Óleo sobre lienzo, 251x201 cms)
Museo de Arte Contemporaneo ,Cuenca |
En este retrato de Brigitte
Bardot, Antonio Saura intenta borrar el mito de la Bardot y, para ello, vuelve
a los orígenes de la imagen femenina retratada, la que siempre le subyugó y la
convirtió casi en el objeto principal de su obra, la diosa madre primigenia, pero vista desde su estilo pictórico peculiar y personalñisimo.
Después de 1954, y
tras pasar una época experimental muy acusada, Saura quiso probar una nueva
estructuración de su obra que contuviera la excesiva expansión por el espacio
del cuadro y que, de alguna forma, atara y fijara la expresión gestual que
tenía tendencia a descontrolarse en su pintura. De esa primera estructura
comenzaron a surgir los elementos fisonómicos como son ojos, bocas, nariz,
etc., que fueron conformando rostros inquietantes y misteriosos, pero siempre
grotescos, que fueron formando el cauce del que surgió la imagen del cuerpo.
Su falta de formación
pictórica académica, determinó que se alejara de los cauces clásicos que
buscaban la perfección del cuerpo, de la figura femenina, para buscar la imagen
original de la diosa madre que pintaba de forma obsesiva. Frente a la belleza
formal y estética de los cánones clásicos, Saura activa un proceso de violencia
estética que deforma la imagen, descoyuntando el armazón original, desatando
así la pasión creadora que llega, al destruir lo ya existente en la imagen
retratada, para llegar hasta la afirmación de la misma en los propios elementos
que la forman ya deformados y transformados que construyen una imagen nueva,
grotesca, deformante, un tanto
siniestra, a lo que coadyuvan los colores negros, grises y marrones que
constituyen, desde entonces, su única paleta de pintor.
Imagen final en la que
se manifiestan, sin embargo, los rasgos de la persona retratada y exaltados
hasta el paroxismo pero siempre deformante y grotesco, que es lo que define la
esencia personal del sujeto retratado y
que brota del claroscuro de la pintura en toda su intensidad expresiva, chirriante
como un grito de dolor y furia que surge de la pintura y que en su nueva y
desestructurada imagen muestran la realidad formal del retratado en su
más grotesca definición estética.
Antonio
Saura nace en Huesca en 1930 Empieza a pintar y a escribir en Madrid, en
1947, en plena convalecencia de una tuberculosis que le obliga a guardar reposo
durante cinco años.
En
su intento de experimentar con las nuevas corrientes pictóricas, defiende la
influencia de Arp y Tanguy, aunque ya empieza a mostrar un estilo personal. Realiza
numerosos dibujos y pinturas de carácter onírico y surrealista en los que suele
representar paisajes imaginarios siempre sobre una materia plana, lisa y rica
en color.
Se traslada a París en 1952 y vuelve a residir
en dicha ciudad desde 1954 a 1955. En dicho período conoce a Benjamin Péret y toma
contacto regular con el grupo de los surrealistas, aunque pronto se distanciará
de dicho grupo al igual que hace el pintor Simon Hantaï con el que mantiene una
estrecha amistad.
Es
entonces cuando utiliza la técnica del grattage y se decanta por un estilo
gestual y una pintura extremadamente abstracta, colorista, de concepción
orgánica y aleatoria. Su pintura va ocupando el espacio del lienzo de múltiples
y variadas formas, creando así estructuras formales propias que desarrollará
incansablemente.
En
esta época comienza a crear formas que se irán convirtiendo paulatinamente en
arquetipos del cuerpo femenino o de la
figura humana, siendo estos dos temas fundamentales y esenciales
en su obra posterior. A partir de 1956 Saura comienza a crear sus grandes series, Damas, Desnudos, Autorretratos, Sudarios, Crucifixiones, obras que pinta tanto sobre lienzo como sobre
papel.
Funda
en Madrid el grupo El Paso, en 1957, al que dirigirá hasta su disolución en
1960. En esos años conoce a Michel
Tapié.
Realiza
su primera exposición individual en la galería de Rodolphe Stadler, en París, en
la que expondrá de forma constante durante toda su vida artística. Stadler lo
presenta a Otto van de Loo, en Múnich, y a Pierre Matisse en Nueva York,
quienes también expondrán su obra y lo representarán.
Es
entonces cuando decide que su paleta sólo tenga los colores negros, grises y
marrones. Crea y define un estilo propio e independiente de los movimientos y
las tendencias de su generación. Su obra está fuertemente inspirada por Velázquez y Goya y sus obras se exhiben en
los principales museos. Desde 1959 empieza a crear una prolífica obra gráfica.
Ilustra de manera original numerosos libros como son, entre otros
títulos, Don Quijote, de Cervantes; 1984, de Orwell; Pinocho en
la adaptación de Nöstlinger; Tagebücher, de Kafka; Tres
visiones, de Quevedo, y otros muchos.
Desde
1960 comienza a esculpir y realizar obras hechas con elementos de metal soldado
que representan la figura humana, personajes y crucifixiones.
Se
instala definitivamente en París en 1967. Toma parte activa en la oposición a
la dictadura franquista y participa en numerosos debates y polémicas sobre
temas tan dispares como política, estética y creación artística.
Sigue experimentando en búsqueda de nuevas
formas de expresion artística tanto en temas como en técnicas pictóricas. Además
de la serie Mujer-sillón, crea
también las de Retratos imaginarios, El perro de
Goya y Retrato imaginario de Goya. En 1971 abandona la pintura sobre
lienzo -a la que volverá en 1979-,para
dedicarse de lleno a la escritura, el dibujo y la pintura sobre papel. Empieza
a publicar sus escritos en 1977 y realiza varias escenografías para el teatro
colaborando con su hermano Carlos, e igualmente para el ballet y la ópera.
En
1983 crea una importante serie de retratos titulada Dora Maar o Dora Maar visitada. Desde entonces y hasta su
prematura muerte, vuelve a retomar y
recrear el conjunto de sus temas y figuras para producir magistralmente,
lo que se considera lo mejor de su obra.
Fallece
en Cuenca en 1998.