Cartas cruzadas, Ana Alejandre

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jueves, 29 de septiembre de 2011

Retratos grotescos - "Dos viejos comiendo", de Francisco de Goya


 “Dos viejos comiendo”,
de Francisco de Goya y Lucientes.


   Esta obra de Goya, titulada “Dos viejos comiendo” , fechada entre 1821 y 1823, es una pintura que se puede considerar grotesca tanto por su composición como por la expresión de los rostros de los dos ancianos en los que aparece reflejada la gula, la risa sardónica que parece burlarse de la proximidad de la muerte (a la que parece aludir la calavera que se adivina en la cabeza de la derecha del cuadro) y en la mirada burlona y casi libertina del personaje que sostiene la cuchara, mientras ambos ancianos señalan hacia la izquierda riendo con bocas desdentadas (¿están señalando al pasado ya ido y con él todos los afanes e ilusiones, por una alusión espacial a la flecha del tiempo?).
    Esta obra pertenece a la serie de pinturas murales que, en su día, decoraron las paredes de la casa de Goya conocida como la “Quinta del Sordo” y a las que se conocen con el título de Pinturas Negras, por el colorido sombrío que todas presentan a causa de los pigmentos negros y oscuros y por la propia naturaleza de los temas tratados que son siempre los relativos a la decrepitud, el paso del tiempo, la finitud de la vida y la muerte.
              Por el hecho de estar estas pinturas adornando las salas del propio domicilio del pintor, le ha conferido a todas ellas la expresión más libre y sincera de un Goya que estaba en una etapa tardía y pesimista de su vida. Estas pinturas no fueron realizadas sobre lienzos, sino sobre los propios muros y los especialistas consideran que utilizó una técnica mixta, pues los análisis realizados a las mismas han descubierto el uso de aceites en su composición.
               Todas estas pinturas fueron trasladadas a lienzos por el barón´Émile D’Erlanger, quien adquirió la Quinta en 1873, por lo que estas pinturas sufrieron daños durante  todo el proceso, por lo que perdieron una importante cantidad de capa pictórica  durante el traslado de su lugar de origen. Dicho barón donó las pinturas al Estado que las entregó al Museo del Prado donde están expuestas desde 1889.
                El cuadro al que se refiere este comentario, a pesar de su tamaño de 49,3 cms. de alto por 83,4 cms de ancho, es el más pequeño de toda la serie de las llamadas Pinturas Negras, pero también es uno de los que posee una mayor expresividad y de los mejor conservados de toda la serie de dichas pinturas.
              Por la calavera que se percibe en la cabeza del personaje de la derecha, la obra parece estar relacionada con el tema de la muerte, aunque algunos especialistas, sin embargo, consideran que trata de la gula y es una alegoría de la misma.
            Su colocación en la casa de Goya resulta un enigma, a pesar de que el barón antes mencionado afirmaba que estaba situada en la planta baja de dicha mansión.
            El conjunto de las Pinturas Negras de las que forma parte esta obra se considera enigmática y misteriosa en su creación y en su posible explicación, aunque existen múltiples hipótesis de varios historiadores del arte. A pesar de ello, los temas tratados en todas ellas representan los mismos problemas pictóricos y estéticos y son la expresión de las ideas y preocupaciones morales que aparecen en toda la obra de Goya.
                Toda la serie de Pinturas Negras han tenido una gran importancia a la hora de hacer una valoración global de Goya en el mundo actual. Su influencia ha llegado a los artistas del Expresionismo alemán y del Surrealismo, además de a otros miembros de diferentes corrientes artísticas contemporáneas. También ha llegado su eco al mundo de la literatura y del cine. El motivo de esta excepcional influencia en el mundo artístico actual reside en que estas Pinturas Negras, realizadas en una época tardía de Goya cuando ya estaba completamente sordo y en completa soledad, son consideradas el origen del arte moderno, adelantándose con su genio creador a la concepción del arte que en pleno siglo XXI está aún en plena vigencia.

Francisco de Goya y Lucientes                                                               

               Nació el 30 de marzo de 1746 en Fuendetodos (Zaragoza).  Hijo de padre pintor y dorador de retablos y de madre con ascendencia noble  aragonesa. A su vez, Goya como pintor y grabador, es considerado uno de las figuras de la pintura más importante de la historia de la pintura.. Con una profunda influencia de Velázquez y, a su vez, influyó en la obra de Edouard Manet, Picasso y otros grandes pintores contemporáneos.
            Su formación artística se realizó en un ambiente rococó, porque a los 14 años, entró como aprendiz en el taller de José Luzán, pintor local experto aunque poco conocido, donde Goya pasó casi cuatro años. Pasó después a Madrid con la intención de conseguir una beca para estudiar en la Real Escuela de Bellas Artes de San Fernando, lo que no consiguió en las dos ocasiones que lo intentó. En la capital conoció a quien sería después su cuñado, Francisco Bayeu, pintor y con cuya hermana, Josefa, se casó en 1774, y que le influyó notablemente a pesar que este último era un  pintor de la corte que  seguía el estilo académico introducido en España por el pintor alemán Anton Raphael Mengs. Bayeu le introdujo en la corte.
            Entre las pinturas de la corte (fue nombrado pintor de cámara por Carlos IV en 1789 y ascendido a primer pintor de cámara en 1799, junto a Mariano Maella) se pueden destacar Carlos III, cazador (1786-1788), Los duques de Osuna y sus hijos (1788), ambos en el Museo del Prado de Madrid, o el retrato de la Marquesa de Pontejos (c. 1786, Galería Nacional, Washington); en todas ellas  predomina una paleta de colores muy luminosa y con notables influencias velazqueña. Dos de sus cuadros, considerados ambos obras maestras, son la La maja desnuda y La maja vestida  ambas fechadas entre 1800 y 1803. De 1800 son también las obras La familia de Carlos IV,  retrato regio donde se plasma a la familia real con total naturalidad y sencillez muy alejadas de la pomposidad y fatuidad acostumbradas en este tipo de obras,   y La condesa de Chinchón, obra esta última que esta considerada como uno de los retratos más bellos y delicados de la historia del arte, ambas expuestas en el Museo del Prado.
            Anteriormente, trabajó haciendo bocetos de tapices para la para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara., desde 1975 y  los cartones que realizó desde esa fecha hasta 1792 fueron muy  apreciados por ofrecer una visión risueña y luminosa de la vida cotidiana en España.  Provocó con sus cartones una revolución en  la industria tapicera que ha llegado hasta nuestros días, porque hasta ese momento los tapices reproducían únicamente escenas del pintor flamenco del siglo XVII, David Teniers, que aún se conservan, en su mayoría, en el Museo del Prado y de los que pueden servir de ejemplos El quitasol (1777), La gallina ciega (1787) y La boda (1791-1792). Después, entre 1780 y 1782 pinto, en la Basílica del Pilar de Zaragoza, la bóveda Refina Martyrum que, a pesar de ser una obra pictórica extraordinaria donde se pone de relieve el gran talento de Goya, tuvo muchos detractores, tanto por parte de los miembros del cabildo, como de su propio cuñado, Francisco Bayeu, quien había sido su valedor para conseguir el proyecto en la primera etapa en la que Goya pinto en dicha basílica, en 1772.
            Durante una visita al sur de España, en el invierno de 1792, Goya contrajo una grave enfermedad que le dejó totalmente sordo y le produjo un gran cambio en su trayectoria artística. Entre 1797 y 1799 dibujó y grabó al aguafuerte la primera de sus grandes series de grabados Los caprichos en los que trata con una fina ironía sobre los defectos de los españoles de su tiempo y las múltiples creencias supersticiosas de la época. Otras series posteriores de este gran artista son Los desastres de la guerra (Fatales consecuencias de la sangrienta guerra en España con Buonaparte y otros caprichos enfáticos, 1810) y Los disparates (1820-1823), estos últimos ofrecen un cariz aún más sarcásticos sobre la locura de los hombres y los graves males que les aquejan, en un intento de explicar magistralmente su visión de la sociedad que le tocó vivir y a la que veía con la lucidez desengañada de todo gran artista.

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